ESPERANZA QUE TRASCIENDE
Nuestro Dios es eterno, el Alfa y la Omega, el principio y el fin, la Biblia prorrumpe ¡Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos!, en Él no hay mudanza ni sombra de variación, su permanencia e inmutabilidad alteran la línea del tiempo y, en un salto vertiginoso a través de las edades, exhala el aliento de su naturaleza eterna en nosotros, impregnando en lo más íntimo de nuestro ser... trascendencia.
Trascender es cruzar las fronteras de lo natural, es desafiar los límites conocidos, es ingresar en una dimensión diferente a la acostumbrada.
En el corazón del hombre está impreso el legado de la eternidad divina otrora arrebatado por el pecado. Así el hombre, por instinto, se aferra a la vida, teme a la muerte y emprende su obra bajo el cielo con la esperanza de no caer en el olvido. Trabajamos, construimos, nos relacionamos y formamos familia, con la esperanza de que nuestra vida tenga sentido y trascienda, sin embargo, bien dijo el apóstol “toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; más la palabra del Señor permanece para siempre”.
Nuestra existencia no tendría sentido sin una esperanza que trasciende:
Lo racional
Lo natural
La muerte
Al recibir y creer la palabra del Evangelio, nuestro ADN recuperó la eternidad, el Espíritu nos fue dado como garantía de un legado que trasciende el ayer, el hoy y el mañana, se nos ha dado una esperanza que trasciende idiomas, culturas, fronteras, generaciones, aún nuestra humanidad y limitaciones, para ser portadores y diseminadores de esa misma y única esperanza, capaz de purificar el alma, inspirar al amor, alumbrar la más densa oscuridad y traer libertad. ¡Cristo en nosotros, la esperanza de gloria!