UN LLAMADO A LAS NACIONES
El plan de Dios siempre fue que el alcance del evangelio fuese global. Las diferentes categorías de ministerio y las especializaciones en el contexto local han limitado nuestro impacto en grandes regiones del mundo nombradas como “Pueblos no alcanzados”. Son regiones habitadas por millones de personas de diferentes etnias que siguen sin conocer acerca de la buena noticia que ofrece salvación.
Los esfuerzos e inversiones de recursos, suelen estar repartidos de manera incongruente (más - donde menos se necesita) A este fenómeno se le ha denominado “El Gran desequilibrio”.
Mientras el reloj de la población mundial sigue su curso ascendente, la necesidad de dar a conocer el evangelio de forma estratégica no está siendo atendida de manera proporcional a la realidad global a pesar de que cada día el Espíritu Santo despierta más y más corazones para considerar un llamado a servir en medio de las diferentes naciones de la tierra. Las defunciones que este mismo reloj registra ocurren cada segundo e incluyen un enorme porcentaje de personas de estas regiones del mundo. Para ellas también es la oferta de salvación, sin embargo, ellos no se han enterado. Son precisamente estas defunciones en ignorancia las que motivan lo que se ha denominado “La Gran Urgencia”.
Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. Y esta declaración es un principio universal. Sin embargo, el principio incluye una reflexión explicita sobre nuestra función como discípulos de Jesús. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? (Romanos 10:13-14). Nos debe sorprender que esta es una reflexión que sigue siendo ignorada desde los tiempos de la iglesia primitiva hasta hoy.
Es la demanda de personas que aún necesitan oír el nombre de Jesús la que debería definir la oferta de ministerio. Esto sigue siendo la piedra en el zapato de la iglesia contemporánea.
En el libro de Isaías, en el segundo cantico del siervo, poemas que definen la misión y vocación del Mesías, dice de la siguiente manera. “No es suficiente hacer que tú seas mi siervo para restaurar el poder de las tribus de Jacob y traer de regreso a los sobrevivientes de Israel. También te haré luz de las naciones, para que hagas llegar mi salvación a los lugares más remotos de la tierra” (Isaías 49:6)
Esta profecía tiene una conexión directa al mandato dado a la iglesia y que conocemos como “La Gran Comisión”. El Siervo de Dios cumplió con su parte y asignó a la iglesia id, y haced discípulos a todas las naciones.
NO ES SUFICIENTE, aún hay naciones que NO han sido alumbradas por la Luz de Cristo.
La demanda exige que sigua en pie la oferta de Dios para trabajar entre los no alcanzados. Sigue vigente el llamado a las Naciones. Es una alternativa que no se puede ignorar en las encrucijadas del ministerio.