COMPROMETIDOS CON EL BIENESTAR DE PANAMA

Y trabajen por la paz y prosperidad de la ciudad donde los envié al destierro. Pidan al Señor por la ciudad, porque del bienestar de la ciudad dependerá el bienestar de ustedes”. Jeremías 29:7

Esta profecía dada al pueblo de Israel en el cautiverio en Babilonia, hace eco en nuestros días. Hemos sido colocados por la soberanía y el propósito eterno de Dios en Panamá. Para algunos, la tierra que los vio nacer, para otros; la tierra que los ha acogido, para los creyentes, una tierra extranjera. Como habitantes del cielo, confesamos que somos “extranjeros y peregrinos sobre la tierra” porque anhelamos una patria mejor que Dios nos ha preparado. Sin embargo, no podemos ser indiferentes a la ciudad donde El nos envió. Jeremías le dice al pueblo de Dios - pidan al Señor por ella. “Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan…” (29:5) Israel estaba destinada a estar en Babilonia durante 70 años y Dios les estaba invitando a convivir en la tierra donde habían sido llevados. A trabajar por la paz y prosperidad de esa ciudad. Para que ellos también tuviesen bienestar. En ese mismo pasaje les dice, “Pues yo sé los planes que tengo para ustedes—dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.” Al revisar la historia de Israel en Babilonia podemos intuir que dentro de los planes de Dios estaba impactar al imperios con el conocimiento del Dios de Israel. A tal punto fue el impacto que desde Nabucodonosor hasta sus reyes sucesores persas (Dario y Ciro) reconocieron al Dios de Israel. Esto ocurrió por el testimonio que Daniel y sus amigos, Ester, Mardoqueo  (entre otros ) quienes dieron testimonio mientras procuraron el bien de la nación en la que se encontraban a pesar de ser imperios conquistadores.

La imagen (guardadas proporciones) se repite en nuestra experiencia. Mientras esperamos en la redención de los hijos de Dios. Hemos sido encomendados a ser la sal y la luz en el entorno en que hemos sido colocados. Somos llamados a ofrecer esperanza y refugio para un mundo necesitado. Nuestra hermosa tierra también necesita de un pueblo que procure su paz y la prosperidad. Nuestros gobernantes necesitan un pueblo que gima por ellos para que trabajen con sabiduría, dedicación e integridad para así favorecer a  los ciudadanos. Por qué no, que pida que sean impactados por el emor de Dios y su evangelio.

Estamos comprometidos con ser un contrapeso a la degeneración de la humanidad. Y mientras estemos aquí en la tierra debemos procurar el bien de nuestra nación y sus habitantes. Nuestra oración sobre nuestro país debería ser como fue la oración de David por su amada Jerusalén en el Salmo 122: “Sea la paz dentro de tus muros, y el descanso dentro de tus palacios. Por amor de mis hermanos y mis compañeros diré yo: La paz sea contigo.”