PREDICANDO UN EVANGELIO QUE NO REGRESA VACÍO
“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”. (Isaías 55:11)
Si observamos las imágenes del texto un versículo atrás (v. 10), se aprecia que:
● La lluvia y la nieve caen del cielo y no regresan allá. Tienen una misión: riegan la tierra, ayudan a su fecundidad, la hacen brotar. Proporciona la belleza y la abundancia del presente, pero también la belleza y abundancia para el futuro, porque da semilla al sembrador.
● La semilla produce la cosecha. De la cosecha se produce el pan, que es el sustento para la vida. Por tanto, su misión es el sustento del hombre.
La Palabra de Dios hablada y escrita se compara con la lluvia y la nieve en que tiene una misión. Cada una de sus palabras tiene un propósito y un destino en relación con la salvación del hombre.
La verdad que se da a conocer en el Evangelio es el instrumento para cumplir el objetivo de salvar al mundo. Y todo individuo convertido es a su vez un agente de conversión para los demás.
Como el poder de la naturaleza que se perpetúa a sí mismo, así en la operación de la gracia de Dios el hombre se convierte, no solo para que pueda disfrutar de su propia salvación, sino para que pueda ser el medio de salvación para otros. Un impulso interior lo mueve a buscar ese resultado. La Palabra de Dios en el corazón no es sólo pan para el que come, sino semilla para el sembrador.
Veamos la analogía en los reinos de la naturaleza y la gracia. Entre la lluvia y la nieve, y su Palabra:
I. En su origen: la lluvia, aunque producida naturalmente, es obviamente obra y don de Dios. Él la prepara, la almacena, la lleva sobre las alas del viento y la derrama sobre la tierra. Así también la Palabra de vida es su propia producción. Fue Él el que inspiró las mentes de los escritores. Así como la lluvia y la nieve, las palabras de Dios dan vida (Juan 6:63) y producen buenos frutos en nuestras vidas.
II. En la forma en que es dada: así como la lluvia, también su Palabra es un regalo gratuito para el hombre.
III. En propósito: así como la lluvia ablanda, humedece la tierra y produce frutos, la Palabra de Dios ilumina: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; ¡es la luz que ilumina mi camino!” (Salmo 119:105), nos reprende y nos corrige cuando nos equivocamos, y nos entrena para una vida piadosa (2 Timoteo 3:16-17).
IV. En los resultados: la lluvia y la nieve responden al fin para el que son enviados. Por tanto, la Palabra de Dios no será ineficaz. Cumplirá la voluntad de Dios: producirá frutos para la honra y la gloria de Su nombre.
El Evangelio nunca será predicado en vano. La Palabra regresará a Dios de muchas formas. No podemos predecir exactamente cómo usará Dios Su Palabra, como tampoco los meteorólogos pueden predecir con certeza la lluvia y la nieve. Podemos compartir el evangelio con alguien que no responde poniendo su fe en Cristo. Eso no significa que la Palabra de Dios regrese vacía. Tal vez el propósito de Dios era plantar una semilla, pero el riego y el crecimiento vendrán después (1 Corintios 3:5-9).
La Palabra de Dios no volverá vacía. Es demasiado poderosa. Cuando Dios dijo, "Que se haga la luz", el resultado inmediato fue que "se hizo la luz" (Génesis 1:3). Cuando Jesús dijo, "Calla, enmudece, cesó el viento" (Marcos 4:39). La Palabra de Dios siempre prosperará; Dios tendrá éxito, y aquellos que reciban Su Palabra también serán vencedores (1 Juan 5:4).
A decir verdad, la palabra está muy cerca de ti: está en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas. (Deuteronomio 30:14)