ESPIRITU DE ADOPCIÓN
Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: «Papá, querido Papá». Ustedes ya no son como los esclavos de cualquier familia, sino que son hijos de Dios… Gálatas 4:6-7 TLA
¿Llama usted “papá” a Dios?
Quizás por nuestra cultura y costumbres apenas nos sale decir: “Padre nuestro” evocando la tradición religiosa católica que nos enseñaba a “rezar” el esquema que Jesús enseñó, la oración modelo, llamada “Padrenuestro”. Estamos convencidos de que la idea del Espíritu, que nos muestra Gálatas, no es que adquiramos un “slogan” o lema y que ahora todos griten “Abba Padre” o “querido Papá” al referirnos a Dios. En nuestra diaria relación con el Padre, podrían incluso surgir nuevos títulos, nombres o referencias a EL, producto del compañerismo, la amistad o la intimidad de hijos.
Cambio de identidad, de esclavos a hijos
En las líneas anteriores al texto Gal. 4:6-7 vemos a Jesucristo. El vino para liberarnos de una ley (La Ley de Dios – expresada en mandamientos) que había sido creada para libertad, pero que se había convertido en una atadura. Esta ley había sido enseñada por los judíos con la intención de obedecerla hasta la perfección para ganar el favor de Dios y la entrada al cielo. Pero, por nuestra tendencia a pecar desde el fracaso de Adán y Eva, los hombres no podrían nunca cumplirla a cabalidad. Nuestra imposibilidad de dejar de “dar falso testimonio o mentir” y otros pecados se volvió un permanente recorderis de nuestra falla frente al Dios Santo, perdiendo así la oportunidad de ganar su beneplácito. Los judíos y nosotros nos volvimos esclavos de una ley imposible de satisfacer. Esclavos condenados a morir.
Cristo viene a la tierra para nacer, igual que todos, bajo esta “ley moral”, pero con la diferencia de que EL sí la cumplió. Cuando Jesucristo murió, padeciendo en la cruz como un transgresor de la ley, estaba en realidad pagando por todos nosotros los transgresores, dándonos libertad de la condenación y entregándonos el perdón y la oportunidad de vivir, ya no como esclavos, sino como “hijos de Dios”. Todo el que cree en Jesús como el hijo de Dios que nos libertó se convierte en hijo de Dios.
El cambio que Jesús realiza
Al reconocer todo lo que Cristo hizo por nosotros y aceptarlo, en arrepentimiento y en fe, nos convertimos en “hijos de Dios”. Entonces, ¿qué sucede en nuestra vida interior? El Espíritu de Cristo, o sea, el Espíritu Santo, se introduce en nuestro espíritu dándonos una nueva dimensión de nuestra existencia. No es una convicción profunda de la mente, ni una declaración filosófica – religiosa. Se trata de un acto sobrenatural producto de lo que hizo en la cruz y por su resurrección. El Espíritu Santo viene a nuestro ser (cuerpo, alma y espíritu) y produce un milagroso cambio interior. Nace una nueva relación que irá evolucionando y madurando. Creeremos, actuaremos y reaccionaremos como hijos de Dios. Somos nuevas personas, no esclavos buscando libertad por nuestros propios medios, sino HIJOS, aprendiendo a relacionarnos con el PADRE CREADOR, que nos ha adoptado como sus hijos por medio de Cristo.
Juan el Apóstol lo explica de esta manera: “La Palabra (Jesús) vino a vivir a este mundo, pero su pueblo (los judíos) no la aceptó. Pero aquellos que la aceptaron (nosotros) y creyeron en ella, llegaron a ser hijos de Dios. Son hijos de Dios por voluntad divina, (por adopción) no por voluntad humana.” Juan 1:11-13 TLA
Nuestra parte
Solo nos queda creer y disponer nuestras vidas a recibir “el Espíritu de su Hijo” y aprender de Cristo a ser libres, no con libertinaje, sino con la libertad con que EL nos liberta. Dar la espalda a la esclavitud y abrazar al Padre que nos adopta… y algo de nuestro interior se manifestará, para llamarlo de manera personal y especial. ¿Cómo aprenderás a llamar a tu PADRE?