PERMANECIENDO EN SU AMOR
El discípulo que se mantiene unido a mí, y con quien yo me mantengo unido, es como una rama que da mucho fruto; pero si uno de ustedes se separa de mí, no podrá hacer nada.
Juan 15:5 (TLA)
“…porque separados de mí ustedes nada pueden hacer”...
En Juan 15:1-17, Jesús da una ilustración muy importante y simbólica a sus discípulos, la cual trasciende hasta nuestros días. En ella se describen los siguientes actores: Jesús: la Vid verdadera; El Padre: el Labrador, el que cuida la Vid, corta, limpia con su Palabra las ramas que dan fruto para que den aún más; Las ramas: nosotros, sus discípulos; El Espíritu Santo: que, aunque no se menciona, está presente.
La unión a la Vid verdadera
- De nosotros depende mantenernos unidos a Él (v4). La Vid seguirá allí aun cuando una rama decida no permanecer, así que es decisión del discípulo mantener esa unión o separarse.
- No se puede producir fruto sin permanecer unidos a Él (v4). Si la rama se separa, no podrá hacer nada. Estas ramas las tiran y, cuando se secan, les prenden fuego. O sea que, si estamos separados, se puede mantener por un tiempo cierto verdor engañoso, con residuos de la savia, pero será cuestión de tiempo que la realidad de la rama quede en evidencia. (Nota: ver Mt. 7:21-23)
- Hay dos grupos de ramas: 1) las que llevan frutos por estar unidas a la vid, 2) las que son amontonadas para ser echados al fuego. *Mejor es ser podado para crecer, que cortado para quemarse*.
- La Vid Verdadera requiere obediencia permanente a su Palabra, lo que caracteriza a los verdaderos discípulos (v8).
Beneficios de permanecer unidos a la Vid verdadera
- Nos otorga el acceso al Padre (Labrador) para recibir lo que pidamos (v7, 8), esto es, mientras estemos dando fruto.
- Nos permite experimentar el amor del Padre al Hijo: “Así como el Padre me ama a mí, también yo los amo a ustedes. Nunca dejen de amarme” (v9). Otra versión dice “permanezcan en mi amor”.
- Nos conecta con el amor eterno del Hijo a nosotros: “Si obedecen todo lo que yo les he mandado, los amaré siempre, así como mi Padre me ama, porque yo lo obedezco en todo” (v10), esto es, mientras estemos viviendo en obediencia.
- Nos habilita para una relación tanto con el Padre (Labrador) como con el Hijo (la Vid verdadera). Esta relación es facilitada a través de su Espíritu Santo como la savia que nutre a la rama y le faculta para llevar fruto.
¿Para qué esta unidad a la Vid verdadera?
- Para que el nivel nuestro gozo se complete con el gozo de Él, que será añadido al nuestro: “…para que se llenen de mi gozo; así es, desbordarán de gozo…” (v11).
- Para que alcancemos un amor excepcional de “unos a los otros”, “así como yo los amo a ustedes” (v12).
- Para que experimentemos la conquista de su amistad al obedecer lo que nos manda (v14).
- Para que confirmemos que EL no improvisó al escogernos. “Ustedes no fueron los que me eligieron a mí, sino que fui yo quien los eligió a ustedes” para que “vayan y sean como ramas que siempre dan mucho fruto”. (v16). Cada uno es “una promesa” de Jesucristo a nosotros, a la iglesia y a nuestra sociedad, que asegura que cada uno de nosotros daremos fruto sin falta. Ya somos ramas, por su gracia, EL nos injertó en la Vid (Ro. 11:11-24). Inclusive ha afectado nuestro carácter, pues el cielo espera frutos específicos, no de nuestra naturaleza humana (carne), sino frutos o características de la Vid, por su Espíritu (Gál. 5:22-25).