RAICES QUE ESTORBAN

Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que, brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados…
— Hebreos 12:15

El tiempo de pandemia con sus restricciones (distanciamiento físico, mascarillas, burbujas familiares excluyentes, medidas contra aglomeraciones y casas solitarias y sus ocupantes silenciosos) se convirtió, en muchos casos, en el CALDO DE CULTIVO para traer a la memoria resentimientos antiguos y nuevas decepciones, que pudieron desembocar en raíces de amargura.

Abordamos el tema porque la Biblia nos dice que si nos dejamos llevar por nuestras reacciones negativas podríamos dejar de alcanzar la gracia de Dios.  Significa: perder la salvación.  Sería el fin de la relación con Dios.

Falsa aspiración de trato justo

Recuerdos amargos y resentimientos acumulados no siempre se basan en hechos concretos, examinados cuidadosamente y de manera imparcial.  Muchos reclamos sobre hechos hirientes del pasado describen una historia vista desde un solo punto de vista y con un solo argumento de acusación construyen un veredicto irrefutable.  Con el paso de los años “el hecho hiriente” va creciendo y se llega a convertir en un monstruo más destructivo que el suceso original en sí.

Dios interviene en nuestras vidas.  Ofrece sanidad interior, sin participar del juicio ni del veredicto, sino actuando como el médico para sanar el espíritu y el alma humana.

Un rey enfermó y padecía los estragos de la enfermedad.  Un reconocido profeta le visita con la noticia de que pronto moriría.  Este mensaje venía de parte de Dios. La noticia golpeó tan fuerte el ánimo del monarca que lo sumió en una profunda tristeza y reclamos a la divinidad.  El resultado: una tremenda amargura.  Dios escuchó el clamor profundo del rey.  Recibió salud y varios años más de vida.  Dios sanó su cuerpo y su espíritu.  Pensamos así, al leer de sus propias palabras el alivio que recibió al sentir que Dios perdonaba su amargura y sus pecados.  

¡Mira la gran amargura que me sobrevino cuando yo vivía en paz! Pero a ti te agradó librarme de la corrupción del sepulcro, porque les diste la espalda a todos mis pecados. Isaías 38:17 RVC

Definitivamente la “paz” en la que este rey vivía no era verdadera, pero Dios lo ayudó.

Los tropiezos que genera mantener las amarguras

El problema de conservar un espíritu oscurecido por la falta de perdonar y ser perdonado no se circunscribe a la supuesta víctima.  La persona, al no resolver el problema de la amargura se llega a convertir en un peligro para la salvación de los que le rodean.  Plantas que se utilizan como medicinas para muchas dolencias, como el jengibre, dan buen olor, sabor y combaten muchos problemas de salud.  Pero esta “raíz”, no solo es “amarga”, sino que es venenosa; crece, se extiende y contamina a todos. Problemas del pasado crean nuevas “causas injustas” y llevan a murmuración.  La persona se vuelve “tóxica”.  Puede llegar a tener buena influencia, pero como cosa extraña, termina afectando a personas y no contribuyendo a su crecimiento, sino a su destrucción.  La Biblia advierte sobre estos personajes:

¡Ay del mundo por los tropiezos! Es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquél por quien viene el tropiezo! Mateo 18:7 RVC

Hay más que añadir.  Buscaremos el espacio.  Por ahora, le invitamos a leer un canto para los corazones “víctimas” de la injusticia social, que, aunque no cubre todos los temas, nos brinda mucha medicina para el corazón:  El Salmo 73  (Lea completo el salmo)

Yo tenía el alma llena de amargura, y sentía que el corazón me punzaba. Era yo tan torpe que no podía entenderlo; en tu presencia, era yo como una bestia. Y, no obstante, siempre he estado contigo; tú me has tomado de la mano derecha… (Salmos 73:21-23 RVC)

Mientras celebramos el “regreso del hijo pródigo”, muy cerca, en las sombras, hay un “hermano mayor” rumiando amarguras y un Padre Amante entristecido por esta situación.  Cuidemos el corazón.

Rev. Jorge Echazábal