MINISTERIO FIEL: PREPARANDO EL CAMINO DEL SEÑOR
Fueron cuatrocientos años llamados el Periodo del Silencio por los estudiosos. Era una “cuarentena de revelación”. Pero el último de los escritos proféticos, Malaquías, anunciaba a un mensajero que prepararía el camino para una nueva era en el trato de Dios con la humanidad.
Era el anuncio del tiempo de la gracia, el tiempo de la gran visitación de Dios sobre la tierra por medio de la encarnación del Hijo de Dios, nacido de una virgen y con la misión de redimir al mundo del castigo por sus pecados y de restaurar las relaciones dañadas entre Dios y los hombres.
Hoy vivimos un gran receso en la vida de la iglesia; la entidad llamada a ser “columna y baluarte de la verdad” ha detenido su acción de conquista de las almas. Cultos, reuniones evangelísticas, conciertos y campañas han enmudecido y la tarea del evangelismo personal encuentra grandes obstáculos. La muerte ha estado llevando a cientos de miles al infierno por causa de la pandemia y miles más se perfilan para morir sin Cristo. La Iglesia Local, los misioneros, las instituciones y ministerios de la Obra de Dios se les ha bloqueado en la conquista de almas. Con gran esfuerzo las congregaciones sobreviven sosteniendo a sus feligreses.
De seguro este período tan triste va a terminar dando paso a una nueva etapa en la vida humana y se registrarán “los días de la Pandemia del Covid19”. Pero antes de esa fecha esperada en que se halle una salida, el mundo entero habrá cambiado en muchos aspectos. Los creyentes volverán a sus templos, pero, ¿Cómo estará la fe de su pueblo? Es difícil pensar que en alguna parte se esté dando un avivamiento. El regreso de los cristianos será como venir de un desierto espiritual.
Oremos que podamos levantarnos como voces desde este desierto, porque se necesitará nuevamente un trabajo de preparación del camino del Señor. De Juan el Bautista se daba testimonio de que era una voz que clamaba en el desierto. Y Juan cumplió su llamado atrayendo a las personas al arrepentimiento y bautizándoles como señal de decisión de un cambio.
Juan era diferente; tosco y desaliñado, de costumbres fuera de lo normal, pero está registrado como poderoso profeta de Dios. Él no era el Cristo prometido, no, él era una voz que irrumpió el silencio y abrió un espacio en el corazón y el espíritu de los hombres. No hacía milagros, pero sin duda era influyente porque a él iban al desierto para bautizarse e iniciar algo que creían que los llevaría a un encuentro con Dios.
Cuando cese este desierto, cuando termine este silencio, Dios espera nuevos “Juan” que reabran el camino de tanta gente solitaria y desesperada llamándolos a preparar el camino para una nueva era y para la cual al planeta le queda poco tiempo, por lo cual es urgente reasumir el llamado.