EL CONTENIDO DE LA PERSUASIÓN
De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (2Co 5:17-20)
Cristo vino a manifestarse a un mundo de muertos. No como la visión del “valle de los huesos secos” de Ezequiel. Estos muertos caminaban, saludaban, reían, comían, celebraban. Pero no tenían relación con Dios porque la Biblia dice que “estábamos muertos en nuestros delitos y pecados...” (Efesios 2:1).
Así que Cristo, en quien “estaba la vida” (Juan 1:4) vino a los hombres, y vino a infundirles vida, tal como lo reconoció Pedro: Tú tienes las palabras que dan vida eterna. (Juan 6:68).
Pero, aunque Cristo, el reconciliador, estaba en la tierra, todavía existía la separación anunciada por medio del profeta Isaías: “Son sus pecados los que los han separado de Dios. A causa de esos pecados, él se alejó y ya no los escuchará.” (Isaías 59:2)
Peor aún, ¿cómo recibirían un mensaje netamente espiritual, gente que no era espiritual? No podía cumplirse el principio enseñado por el apóstol Pablo quien decía: “hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.” (I Co. 2:13) Es por eso que el apóstol Pablo habla de persuasión y habla de reconciliación. No había relación entre los hombres y el Padre Creador. Pero vino Jesús, el Hijo de Dios a trabajar en la fórmula para la restauración de las relaciones. Y... bendito sea Dios... ¡lo logró!
Dios el Padre no tomó en cuenta la impenetrable oscuridad en que vivían los hombres. Envió a su Hijo a resolver el problema de la oscuridad de estos seres humanos metidos en el atolladero de delitos y pecados. Cristo rompió la barrera con su luz. Allí se completa el pensamiento de Juan, quien dice: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” (Juan 1:4-5)
Cristo vio a la gente en su necesidad y “tuvo compasión de ellas; porque "estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.” (Mt. 9:36). Descubrió la necesidad de la Samaritana, de Zaqueo, de Nicodemo, de María y de muchos otros y entró... en ese oscuro laberinto, para despertar a los muertos y darles vida. Así estaba prometido cuando el profeta dijo: El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció.
No olvidemos que Dios estaba en Cristo reconciliando, pero a nosotros nos dio el ministerio de llevar esta reconciliación al mundo y nos dio la Palabra que es como Luz para sacar a la gente de muerte y de tinieblas.