EL ESPÍRITU CORRECTO (“Ustedes no saben de qué espíritu son…”)

A Jesús le era necesario hacer un alto en su larga caminata para descansar antes de emprender la subida a Jerusalén, por lo que pidió asilo en una aldea cercana de Samaria. 

Los samaritanos no se mostraron muy hospitalarios con Jesús y sus compañeros.  A lo que los discípulos le dijeron: “Como Elías, manda que caiga fuego sobre ellos y los destruya.”  

La indisposición de los samaritanos contra ellos no tenía que ver con aceptar a Jesús como mesías o su mensaje.  Más bien era un asunto de discriminación racial como reacción al ancestral desprecio que los judíos tenían por los samaritanos.  

Jesús toma una acción contra los discípulos y los reprende duramente diciéndoles: “Ustedes no saben de qué espíritu son…” En otras palabras, “no se dan cuenta de cómo es su corazón…” (Jn. 9:55)  Esta es la lección que debemos aprender.  Debemos revisar si nuestro corazón ha sido transformado como el del apóstol Pablo cuando dice:  

“… habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,  (10)  y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,  (11)  donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos". (Col 3:9-11)  “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (Gál 3:28)

No cabe hoy ver a ninguna persona de ninguna otra forma, sino como alguien para ser conquistado, que reciba salvación, una oportunidad que a nosotros por su gracia y misericordia no se nos negó.  Fuimos alcanzados por su amor y ahora gozamos de salvación y vida eterna porque a Dios le gustó hacerlo, porque Dios es amor. 

Es interesante que, de ellos, los samaritanos, Dios nos haya dejado preciosas narraciones del Evangelio.  Veamos estos tres escenarios:

1. UN SAMARITANO AGRADECIDO

Uno de los diez leprosos sanados por Jesús era samaritano.  Fue el único que regresó a Cristo postrándose y adorándole en acción de Gracias.  Jesús resalta este hecho diciendo:  “¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?”   Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.  (Lucas 17:11-19)

2. UNA SAMARITANA PROCLAMADORA DEL MESÍAS

La samaritana junto al pozo de Jacob se volvió de una mujer de dudosa moral a una evangelista de primera al motivar a toda su aldea a venir a Jesús y conocer su mensaje.  Fue tan convincente, que ellos corrieron hacia Jesús descubriendo que era tal como lo había dicho ella: El Mesías.   “…y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.” V.42(Juan 4:1 – 42) 

3. UN SAMARITANO CON SENSIBILIDAD SOCIAL

Jesús quiso enseñar cual debe ser la mejor actitud frente a los demás – hacia el prójimo, y no solo con palabras, sino demostrada con acciones concretas.  Entonces los oyentes preguntaban: ¿Entre toda la gente, quien es el prójimo que debo amar, o: cómo es un prójimo que ama?

Entonces Jesús utilizó “La Parábola del Buen Samaritano” (Lc. 10:30-37) narrada con realismo para demostrar su enseñanza.  Utilizó la figura de un samaritano: 

“Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él…”  Luc 10:33-34 

¿De qué espíritu somos?

“Lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es” (1Co 1:28).  Debemos detenernos a considerar si nosotros actuamos con un espíritu que no está acorde con el deseo de Cristo.  Su deseo: “no he venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas…”

“¡Samaritano endemoniado!” —le dijeron en una ocasión(Juan 8:48 NTV) Lejos estaba Jesús de ofenderse porque le identificaran con aquellos a quienes tanto Él amó.