EL PRIMERO Y ULTIMO PENSAMIENTO DEL PADRE

El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.  Malaquías 4:6

Con este pensamiento de Dios se despiden los escritos del Antiguo Testamento, con el deseo de familias reconciliadas y afinadas a la lealtad a Dios.  Tardarían cuatro siglos en volverse a ver inspiración divina escrita; serían los evangelios y todos los escritos del Nuevo Testamento.

La primera intención de expandir el conocimiento de Dios a todos los habitantes de la tierra la recibe Abraham de parte de Jehová.  Toda etnia, todo reino, todas las familias podrían ser alcanzadas con el plan de salvación y su inclusión en las promesas de Dios:  Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.  Génesis 12:3

Al final de la conquista de la tierra prometida Josué se despide de su pueblo declarando: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15), como cosa prioritaria para la nueva generación que disfrutaría del cumplimiento de la promesa dada por el Padre.

La gran historia de amor, la encarnación del hijo de Dios, la ejecución del gran deseo de Dios por medio de Emanuel, de salvar a los seres humanos no se proyecta desde un palacio, ni en los campos de guerra, sino en el seno de una humilde familia, José y María y el hijo engendrado por el Espíritu en una choza de Belén.  El producto de esa familia, Jesús el Hijo de Dios, traería salvación e iniciaría el gran período de la gracia, el plan de Dios para salvar a todas las familias de la tierra.

Cuando el Apóstol Pablo piensa en el empoderamiento de los no judíos por el Espíritu Santo, para alcanzar todas las promesas de la gracia, el ora de la siguiente manera:  “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu…”   Efesios 3:14-16

El gran enemigo de la humanidad y acérrimo contrincante contra Dios todavía lucha hoy para que el plan trazado desde el huerto del Edén no se cumpla.  Satanás siempre quiso entorpecer y bloquear la bendición a las familias.  Sigue interviniendo sin cesar, desviando los valores de la familia y distrayendo a sus miembros para que “el hijo esté contra el padre y los padres contra los hijos”.  Apóstol Pedro nos dejó la advertencia para estos días.  Habrá decepción: “En primer lugar, tomen en cuenta que, en los últimos días, vendrán algunos que sólo pensarán en sus malos deseos. Se burlarán de ustedes y les preguntarán: «¿Qué pasó con la promesa de que Jesucristo regresaría? Ya murieron nuestros padres, ¡y todo sigue igual que cuando el mundo fue creado!»”  2 Pedro 3:3-4 TLA

Un hermano traicionará a muerte a su hermano, un padre traicionará a su propio hijo, los hijos se rebelarán contra sus padres y harán que los maten. Mateo 10:21 NTV.  Cristo hablaba de las persecuciones de los últimos días, anunciando que el plan de Dios de reconciliación se vería trastornado.

Tenemos buenas estrategias para evitar que nos alcance esta premonición: ORAR es la primera, pero esto solo será efectivo si creemos las advertencias y estamos conscientes de la realidad amenazante que nos rodea.  Lo segundo será AMAR lo suficiente y estar entendidos de nuestra responsabilidad sobre las generaciones futuras, nuestros hijos, de los cuales tendremos que dar cuenta a Dios.  EQUIPAR será la consecuencia de lo anterior, instruyendo, discipulando, exponiéndolos al servicio a Dios y despertándolos ante los peligros inminentes.  La salvación, aunque es un asunto individual, se gesta en el caldo de cultivo de una familia sana y espiritual y de una iglesia visionaria y obediente a la misión de Dios sobre la tierra, reconciliación y salvación.