EL ESPIRITU SANTO, CATALIZADOR PARA LA MISIÓN
Entre los elementos que Lucas muestra en el “telón de fondo” de su evangelio están las repetidas menciones del cumplimiento de los requisitos de la ley judía en la historia de Jesús. Sin embargo, hay otro elemento recurrente en su narración y es la presencia activa del Espíritu Santo.
En la promesa de su visitación sobre María en la concepción de Jesús, en la visitación a Elizabeth, en Juan en el vientre de su madre y en los cantos cristológicos de los primeros capítulos se percibe la intención de Lucas de presentar al Espíritu Santo como actor indispensable en la obra de redención.
La palabra catalizador según la r.a.e es algo o alguien que “…estimula el desarrollo de un proceso”. Al igual que en la creación el Espíritu de Dios está siempre moviéndose para “estimular los procesos” determinados en la trinidad para ésta humanidad. (Jn.16:13-15)
El Espíritu Santo, específicamente, fue el catalizador del ministerio público de Jesús. En el capítulo 3 de Lucas, Juan el Bautista advierte que vendría uno después de él que sería más poderoso que él. Este traería un bautismo superior. Un bautismo en “Espíritu Santo y fuego”. El bautismo de Juan era un bautismo en aguas como señal externa de arrepentimiento. Sin embargo, el bautismo de Jesús sería un bautismo en el poder del Espíritu Santo y produciría una transformación mucho más profunda, una purificación a base de fuego. Tal como lo menciona el profeta Malaquías, Jesús vendría a purificar a la humanidad como se purifican los metales.
Fue de esa manera como aparece Jesús en escena. Juan lo bautiza y mientras oraba, el cielo se abrió y descendió el Espíritu Santo sobre Jesús en forma corporal como paloma. Esta señal inequívoca iniciaba un nuevo tiempo para la humanidad. La obra redentora de Cristo inaugura el periodo de la gracia y el Espíritu Santo es el sello distintivo de esta nueva era para la humanidad.
El libro de Hechos de igual manera nos confirma que es también el Espíritu Santo quien inaugura el tiempo de la iglesia con la manifestación de lenguas repartidas como de fuego sobre los que estaban en el aposento alto. A partir de allí, y como lo fue con Jesús, es el Espíritu Santo el elemento catalizador de la misión de Dios en medio de la humanidad. Una misión que tiene como instrumento a una iglesia que ha sido purificada por el fuego del Espíritu. Ésta, luego de que toda escoria e impureza ha sido consumida, se concentra como instrumento de alta calidad en el cumplimiento efectivo de la misión redentora hasta lo ultimo de la tierra y hasta que El venga.
Este mes celebramos precisamente el día del cumplimiento de la promesa del Padre de enviar al Espíritu Santo a los discípulos y empoderarlos para servir como testigos de Cristo al mundo. Recordemos con regocijo esta celebración y recordemos también que es precisamente éste poder el que estimula en nosotros el deseo y la capacidad de cumplir con su misión.